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Página web y edición italiana en homenaje a Roberto Burgos Cantor

En el día del natalicio del escritor cartagenero, su hijo presenta en este ensayo un “archivo de correspondencias” sobre su vida y obra, y lo explica inspirado en el novelista italiano Leonardo Sciascia. En Italia se publica una edición especial de los relatos “Lo amador”.

Alejandro Burgos Bernal * / Especial para El Espectador
04 de mayo de 2022 - 04:18 p. m.
La página web robertoburgoscantor.com está abierta a la publicación de ensayos, audiovisuales, documentales, fotografías, reseñas, monografías, todos referidos a la obra literaria del novelista y cuentista colombiano Roberto Burgos Cantor (Cartagena, 4 de mayo de 1948 - Bogotá, 16 de octubre de 2018).
La página web robertoburgoscantor.com está abierta a la publicación de ensayos, audiovisuales, documentales, fotografías, reseñas, monografías, todos referidos a la obra literaria del novelista y cuentista colombiano Roberto Burgos Cantor (Cartagena, 4 de mayo de 1948 - Bogotá, 16 de octubre de 2018).
Foto: Gustavo Torrijos

Los lectores de Leonardo Sciascia recordarán el introito de “El caso Moro”: “Anoche, cuando salía para dar un paseo, vi una luciérnaga en la grieta de un muro. No veía luciérnagas, en estos campos, desde hace por lo menos cuarenta años: por esto en un comienzo creí que se trataba de una grieta en el yeso con el que habían sido soldadas las piedras o una escama de espejo; y que la luz de la luna, bordada en la espesura, le arrancaba esos reflejos verdosos. No hubiese podido pensar de inmediato en un regreso de las luciérnagas, después de tantos años desde que habían desaparecido. Eran ya un recuerdo: de la infancia entonces atenta a las pequeñas cosas de la naturaleza y que a esas cosas sabía convertir en juego y alegría. Las luciérnagas, que llamábamos “cannileddi di picuraru”, como las llamaban los campesinos. (Recomendamos: Un ensayo de Nelson Fredy Padilla sobre “La ceiba de la memoria”, emblemática novela de Roberto Burgos Cantor).

Tan pesada consideraban los campesinos la vida del ovejero, las noches que pasaba cuidando el rebaño, que le prodigaban las luciérnagas como reliquia o memoria de luz en la miedosa oscuridad. Miedosa por los abigeatos frecuentes. Miedosa porque usualmente eran niños quienes cuidaban las ovejas. Las “velas del ovejero”, decíamos entonces. Y cada tanto cogíamos una, la encerrábamos con delicadeza en el puño de la mano para después abrirla por sorpresa, entre los más pequeños de nosotros, esa fosforescencia esmeraldina.

Era en verdad una luciérnaga; allí en la grieta del muro. Me produjo una alegría intensa. Y como duplicada. Y como desdoblada. La alegría de un tiempo reencontrado —la infancia, los recuerdos, este mismo sitio, ahora silencioso, lleno de voces y juegos— y de un tiempo que me correspondía hallar, inventar”.

Los lectores de Sciascia recordarán, también, que la intención de su crónica de la reaparición de las luciérnagas era fundamentalmente crítica. Es decir que la rememoración del paseo nocturno y sus, extraordinarias, circunstancias estaban referidas a una obra literaria, a un hecho muy significativo del lenguaje —de hecho, a toda la obra de Pier Paolo Pasolini, asesinado casi tres años antes del paseo de Sciascia—.

De alguna manera, la crónica del breve paseo nocturno de Sciascia por los campos de su amada Contrada Noce, en Racalmuto (Sicilia), la crónica del regreso de las luciérnagas, manifiesta y recoge el modo, quisiéramos decir justo, de referirse a una obra literaria, a un hecho del lenguaje.

Ese modo establece, primero, el vector de relación, el ámbito, mejor dicho, en el que una obra literaria (un hecho muy significativo del lenguaje) se ofrece al encuentro con un lector, un futuro “hablador” en esa lengua, el ámbito en el que una obra literaria aparece para poder referirse a ella, para poder corresponder con ella.

Ese ámbito no ha de ser otro que el de la realidad en cuanto memorable o, mejor, la realidad en cuanto pasible de memorabilidad: “Anoche, cuando salía para dar un paseo, vi una luciérnaga en la grieta de un muro. No veía luciérnagas, en estos campos, desde hace por lo menos cuarenta años: por esto en un comienzo creí que se trataba de una grieta en el yeso con el que habían sido soldadas las piedras o una escama de espejo; y que la luz de la luna, bordada en la espesura, le arrancaba esos reflejos verdosos.

No hubiese podido pensar de inmediato en un regreso de las luciérnagas, después de tantos años desde que habían desaparecido. Eran ya un recuerdo”. Una vez establecido ese ámbito, si se quiere, de ofrecimiento para el encuentro (¿qué más ha de ser un hecho del lenguaje sino, primero, un espacio de co-respondencias?), Sciascia no prescinde de indicarnos la manera del ofrecimiento y allí el carácter crítico de esa relación: “Era en verdad una luciérnaga; allí en la grieta del muro. Me produjo una alegría intensa. Y como duplicada. Y como desdoblada. La alegría de un tiempo reencontrado —la infancia, los recuerdos, este mismo sitio, ahora silencioso, lleno de voces y juegos— y de un tiempo que me correspondía hallar, inventar”.

Una vez que la realidad se ha manifestado en cuanto pasible de memorabilidad (el paseo nocturno de Sciascia por los campos de la Contrada Noce en Racalmuto es memorable precisamente por la reaparición de las luciérnagas), es necesario, imperativo, co-responder a esa realidad ahora hecho del lenguaje: del tiempo reencontrado hay que hacerse cargo en cuanto tiempo que corresponde hallar, inventar.

Un poco más adelante, en ese mismo introito, Sciascia reitera: “Las luciérnagas, entonces. Y he aquí que —piedad y esperanza— ahora escribo para Pasolini como retomando después de más de veinte años una correspondencia: “Las luciérnagas, que creías desaparecidas, están comenzando a volver. Y así es también con los grillos: durante cuatro o cinco años no los oí más; ahora las noches están inmensamente llenas de su grillar”.

Esta página web es, entonces, un espacio para las correspondencias y, también, un archivo de correspondencias. Correspondencias con Roberto Burgos Cantor, ese hecho tan significativo del lenguaje. Este espacio y este archivo tiene, cómo no, un carácter crítico: una vez que la realidad se ha manifestado en cuanto pasible de memorabilidad, a esa realidad —ahora hecho del lenguaje— es necesario, es imperativo, corresponder: del tiempo reencontrado hay que hacerse cargo en cuanto tiempo que corresponde hallar, inventar.

Todos los hechos del lenguaje (ensayos, audiovisuales, documentales, fotografías, reseñas, monografías) que configuran esta página web y su archivo (abierto), referidos a la obra literaria de Roberto Burgos Cantor, encuentran su lugar en este espacio bajo cuatro coordenadas de sentido que asumen el esquema sugerido por Sciascia para referirse a una obra literaria: Imagen, Gesto, Lugar y Palabra.

* Escritor y filósofo.

Por Alejandro Burgos Bernal * / Especial para El Espectador

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