De ilustraciones y sonoridades: aproximaciones a la amazonía a través del tucán

Jimena Muhlethaler. Museum Educator and Heritage Researcher

Comprender el bosque amazónico, como territorio y ecosistema, es una tarea que ha devenido en trayectorias diversas. A partir del XIX surgen misiones extensas las cuales formulan modos de ver y de entender la amazonía desde un lugar externo, desde un límite que busca ampliarse a partir de la producción de conocimiento. Mi interés en esta entrada de blog es esbozar algunas observaciones sobre este acto de conocer la amazonía desde una visión distante, así como proponer un diálogo desde aquellos conocimientos producidos desde los sentidos y desde la relación cercana con el espacio amazónico.

Para esto, he tomado el caso del estudio del tucán realizado por John Gould y la práctica de representación sonora de este ave ícono.

Las aves silentes de John Gould

John Gould (1804-1881) se convirtió en el primer conservador de la Zoological Society en Londres en 1827. Esta posición le permitió entrar en contacto con innumerables especímenes recolectados en expediciones, el viaje del Beagle de Darwin[1] entre las más relevantes. En 1828, Gould trabajó de cerca con la ilustradora Elizabeth Coxen (1804-1841). Inspirado por las litografías de Edward Lear (1812-1888) decide emprender en el análisis taxonómico y morfológico de las aves en diversas regiones del mundo y publica estudios sobre especies de Australia, Asia y, eventualmente, Centro y Sudamérica.

A Monograph of the Ramphastidae, or Family of Toucans analiza una muestra amplia de especímenes de esta familia de aves que se encuentran distribuidas de México hacia el sur de América con mayor concentración en el bosque amazónico. A lo largo de esta monografía, Edward Gould hace observaciones sobre la anatomía y morfología de estas aves e incluso discute la distancia que las clasificaciones previas demarcan entre tucanes y aracaris. Edward Lear, John y Elizabeth Gould son acreditados como artistas y Elizabeth Gould y Lear tradujeron los dibujos a litógrafías.

Family of Toucans, presenta tucanes y aracaris con afán naturalista en planchas que comparten una estructura: en el fondo se sugiere un ecosistema, mientras en primer plano las aves comparten escena con especies vegetales. Es oportuno observar la ilustración del Ramphastos cuvieri inca, al ser un tucán con una distribución bastante amplia dentro del ecosistema amazónico.  En la representación de Gould, Gould y Lear, esta ave se impone sobre una naturaleza nublada y compuesta por espesos árboles, matorrales, una montaña y palmeras que hacen referencia al trópico.

Figura 1: Ramphastus cuvieri inca, retratado por Gould, Gould & Lear.

En el trabajo de Gould, la ilustración naturalista es un medio para devolver los tucanes inertes a la vida[2], esta opera como un simulacro del comportamiento de esas especies en su contexto. El conjunto de aves esbozadas en esta monografía saltan, se posan y cantan con dirección al cielo. Además, Gould contrasta sus observaciones sobre la anatomía de estas aves (disposición del sistema digestivo, muscular, oseo, entre otros) con información obtenida por terceros in situ. Como resultado, se formulan descripciones de diverso orden, por ejemplo: que estas aves son tímidas, que viven en pequeñas manadas y que, pese a que sus lenguas emplumadas sugieren que su alimentación estaría basada en el consumo de frutas, son omnívoras.

Este trabajo presenta una digerible clasificación de los ramphastos y usa como criterio las variaciones de color entre sub-especies, las cuales organiza en cuatro grupos:

  1. Especies con cubierta superior de la cola amarilla y garganta blanca: R. culminatus, R. cuvieri y R. erythrorynchus
  2. Especies con ausencia total de la banca pectoral escarlata o por tenerla muy tenue: Ramphastus Toco
  3. Especies con cubierta superior de la cola blanca y garganta amarilla: R. carinatus y R. swainsonii
  4. Especies con cubierta superior de la cola carmesi: R. vitellinus, R. ariel, R.dicolorus.[3]

Ahora bien, cabe hacer algunas observaciones sobre la tarea colectiva de registro y clasificación de estas aves. Este caso específico pone en manifiesto que la producción científica del siglo XIX requería la colaboración de varios especialistas en diferentes latitudes.

Gould visitó especímenes de tucanes disponibles en varias colecciones, incluyendo el Museo Real en Berlin, el Museo Natural de París, Royal Society en Londrés, entre otros.  Estas recopilaciones de objetos surgieron de una circulación extensiva de fauna capturada en ecosistemas colonizados hacia Europa. Este proceso se inscribe en las redes coloniales de producción científicaca en la cual las especies vivas se transformaban en objetos para ser incorporadas en gabinetes distantes se convirtieron en grandes sedes de un coleccionismo basado en la extracción.

El análisis de estas colecciones tempranas requirió una exhaustiva producción de imágenes que, eventualmente, se transformarían en material de divulgación. En el contexto receptor, la fauna exótica llenó vacíos en la cartografía al representar animales que eran símbolos de sus regiones de origen[4]. En este sentido, este tipo de imágenes «aparecen para evocar la apariencia de algo que estaba ausente»[5]. La acumulación de esta producción contribuyó a la actualización de bestiarios[6] que luego adquirirían una visión más diversa y ligada a los conceptos de zoogeografía y biodiversidad. En esta dinámica, se alimentaba una visión de naturaleza dividida en infinitas partes que, conforme avanzaba la exploración, se acumulaban con el afán de entender un todo distante e imposible.

Dicho esto, es fundamental observar los elementos que esta dinámica de producción de conocimiento pasa por alto. Las ilustraciones de Gould se inscriben en la coyuntura entre la historia de la naturaleza y el arte desde una mirada eurocentrada, lejana a los bosques tropicales y amazónico. En respuesta a esta observación, es útil abrir una conversación que se posicione entre estas imágenes, la experiencia del ecosistema y las prácticas culturales asociadas a esta especie, las cuales emergen de la relación entre humanos y no humanos.

Al momento de aproximarnos a prácticas culturales que involucren al tucán, encontraremos que este ave puede servir de abrigo y de compañía. Si limitamos nuestra búsqueda a prácticas de representación, nos encontraremos con una extensa tradición sonora.

Figura 2: Vestimenta Shuar elaborada con plumas de tucán. Colección del Museo Pumapungo.

La oralidad como registro y reinvención

Tuve la oportunidad de entrevistar a Ñehua Ahua, activista por los derechos de la naturaleza de la nacionalidad Waorani. Conversamos sobre la habilidad de imitar los sonidos de los animales, común en la amazonía.

De acuerdo con Ñehua, esta práctica resulta útil en el contexto de caza pero también como una forma de relacionarse con las especies. En el caso los tucanes, llamarlos es conveniente al momento de realizar guianzas y recorridos por la amazonía. Ñehua me compartió el sonido de la sub-especie Ramphastos tucanus otucán pechiblanco, muy común en el territorio ecuatoriano.

Gould no incluyó un Ramphastos con este nombre en su clasificación y ninguna de sus ilustraciones calza a precisión con la taxonomía de esta especie. Si comparamos el cuerpo de trabajo de Gould con la especie a la que referimos en esta reflexión, notaremos que tanto el Ramphastos cuvieri como el Ramphastos culminatus tienen coloraciones similares. Si bien los registros sonoros del primero son similares a los presentados por Ñehua, sus tonalidades son diferentes y el segundo le supera en tamaño. Además, su distribución geográfica es diferente.

En todo caso, estas imprecisiones nos invitan a pensar en el cambio constante que han atravesado las clasificaciones taxonómicas del XIX al presente, pero también en que las miradas de viajeros y científicos desembocaron en constelaciones de información (y, por ende, imágenes) variables.

Figura 3: Ramphastus culminatus, retratado por Gould, Gould & Lear.

Por otro lado, es crucial fomentar la imaginación sonora al analizar las representaciones de la fauna del siglo XIX, dado que, desde la perspectiva de la experiencia, el sonido desempeña un papel fundamental en la vida de las especies animales.

Sin embargo, estas prácticas aurales fueron pasadas por alto en los registros del XIX. Al momento de pensar el rol de la escucha y la auralidad en la producción de conocimiento del XIX, Ana María Ochoa (2014) expone una falta de atención sobre las culturas expresivas que se hace evidente desde entonces. Ochoa analiza el caso colombiano y le sorprende esta exclusión pese a las expediciones científicas realizadas a partir del XVIII en el Virreinato de Nueva Granada.

Si, durante los siglos XVIII y XIX, las ciencias de la naturaleza, las del lenguaje y la cultura expresiva no fueron vistas como totalmente separadas, sino como parte integral del esfuerzo epistemológico de construir un corpus de conocimiento sobre la nación en un momento histórico en el que tal esfuerzo era una necesidad política urgente, entonces parece extraño que hubiera tal distancia entre la riqueza de información generada por las expediciones botánicas y cartográficas, la abundancia de textos filológicos y poéticos, y el aparente vacío en la documentación de las expresiones auditivas locales[7]

Existen varios elementos que habrían contribuido a la producción de un archivo silente. En cierto sentido, este hecho responde a la naturaleza misma de la mirada: observar algo a detalle implica desenfocar lo que le rodea. Ese ejercicio de enfoque resulta un tanto más complejo si se lo realiza desde la escucha. La sonoridad amazónica, en un primer momento, parece indivisible. Tras mayor permanencia en este espacio, es posible determinar que esta masa sonora es cambiante, multifónica y colorida. 

Al conectar el argumento de Ochoa con la práctica colonial de recolección y registro de fauna, nos vemos invitados a cuestionar cuáles son las prácticas aurales excluidas en nuestra percepción sobre el tucán. Para explorar más allá es útil descentralizar la imágen y acudir al espacio de producción cultural en el cual otros sentidos entran en provocación. En otras palabras, conviene buscar al tucán en la memoria viva.

Imitar la voz del tucán, por ejemplo, no solo implica un acto de replicación del sonido sino que también nos habla de una escucha experta y precisa. En tal sentido, la imitación de los sonidos de fauna que Ñehua nos comparte es un ejercicio cultural de reconocimiento, registro y reinterpretación que surge de una interacción cotidiana con el bosque amazónico. Por esto, el aprendizaje de esta habilidad implica acercarse a una constelación de sonidos que conforman un archivo vivo.

Si bien la división entre imagen y sonido en los archivos surge de los formatos, encuentro importante promover aprendizajes sobre la fauna desde una sensorialidad global y orgánica, como aquella que Moises nos comparte. Además, es crucial reflexionar sobre cómo la construcción del conocimiento occidental sobre la Amazonía ha resultado en visiones externas y fragmentadas de un ecosistema que, para ser estudiado, ha sido clasificado en innumerables partes. Explorar esta historia desde una perspectiva decolonial nos ofrece la oportunidad de ir más allá de aquellas concepciones que insisten en la división de naturaleza y cultura, para observar conocimientos y formas de representar basadas en la experiencia de un paisaje vivo.

La fauna amazónica comprende un sin número de seres no humanos inmersos en una multifonía. Conforme avanzaba nuestra conversación, Ñehua me mostró monos chorongos, paujiles y águilas que se sumaron a su repertorio de voces. En búsqueda de un formato más generoso, elaboré este video collage que pone en primer plano sonidos no humanos interpretados desde una voz humana.

VIDEO:

Tucán, Mono chorongo, Paujil. Por la autora

Bibliografía

Berger, John. 2008. Ways of Seeing. London: Pingüin Modern Classics.

Darwin, Charles, and John Gould. 1841. «The zoology of the voyage of H.M.S. Beagle during the years 1832-1836. Part III: Birds.» Biodiversity Heritage Library. Accessed 2023. https://www.biodiversitylibrary.org/item/49676#page/10/mode/1up.

Gould, John. 1833-1835. «A monograph of the Ramphastidae, or family of toucans.» Biodiversity Heritage Library. Accessed 2023. https://www.biodiversitylibrary.org/item/263349#page/11/mode/1up.

Grigson, Caroline. 2017. Menagerie: The history of exotic animals in England 1100–1837. Edinburgh: Edinburgh University Press.

Kisling, Vernon. 1998. «Colonial menageries and the exchange of exotic faunas.» Archives of Natural History Vol. 25 303-320.

Kohn, Eduardo. 2013. How Forests Think: Toward an Anthropology Beyond the Human. Berkeley: University of California Press.

Ochoa, Ana. 2014. Aurality: Listening and Knowledge in Nineteenth-Century Colombia. Durham: Duke University Press.

Turner, Mark, and Juan Pimentel. 2021. New World Objects of Knowledge: A Cabinet of Curiosities. London: London University Press.


[1] El aporte de John Gould fue clave para el desarrollo de la teoría de las especies. Fue Gould quien identificaría las aves que Darwin entregó a la Zoological Society of London luego de el segundo viaje del H.M.S Beagle. Aquellas aves que fueron etiquetadas como mirlos, picogordos y pinzones, fueron reevaluadas por Gould quien determinó que estos eran pinzones muy particulares que podían formar un nuevo grupo.

[2] Si bien la Zoological Society ya trasladaba aves desde los trópicos hacia sus jardines, este estudio se realizó predominantemente con especímenes disecados.

[3] Gould, A Monograph of the Ramphastidae, or Family of Toucans, 1835.

[4] Kisling, Colonial menageries and the exchange of exotic faunas, 1998.

[5] Berger, Ways of Seeing, 10.

[6] De acuerdo con Vernon Kisling (1992), el relato bíblico del arca de Noé es una de las tantas creencias contestadas por esta expansión del repertorio de fauna animal. Es posible que este conocimiento haya incorporado a las nuevos animales hasta desbordarse y ser reemplazado por nuevas ideas sobre la geografía, las especies y los nuevos mundos.

[7] Ochoa, Aurality, 2

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