Llikata awan, shikrata awan: “Tejiendo redes, tejiendo mochilas”. Sobre el tejido de mallas en la comunidad kichwa de Sarayacu

Jose Gabriel Dávila. Estudiante del Doctorado en Estudios Amazónicos, Universidad Nacional de Colombia, sede Amazonia.  

Tejer. Apresar. Proteger. Cargar. Colgar. Son todos verbos que reúne el objeto que elegí para este blog. Un objeto que está hecho de la piel de muchos otros objetos de la Amazonía ecuatoriana: mi objeto es una mochila. Pero hay una mejora forma de decirlo: mi objeto es en realidad una shikra, que es la palabra kichwa para hablar de esta bolsa tejida con chambira. Ella misma sirve para trasladar algo de un lugar a otro. Y en este caso, llevaré este objeto de un lenguaje a otro: shikra también es mochila. Así que trataré de traducir su significado.

Fig. 1. Shikra kichwa tejida en chambira. Foto del autor.
Fig. 2. Shikra kichwa tejida en chambira. Foto del autor.

Cuando digo la piel de los objetos, me refiero a la corporalidad que los atraviesa. Son objetos hechos para el cuerpo, por el mismo cuerpo. Y ellos también adquieren una contextura propia, semejante a la piel humana. Si nos fijamos de cerca, podemos ver el patrón de nuestro tejido cutáneo se parece mucho al de una malla. Por eso digo que la mochila también es una piel. Y no solo la mochila. Tanto las redes de pescar de los kichwa, como las hamacas, tienen este mismo tejido compuesto de rombos geométricos en diferentes proporciones –diferente del tejido en bucle de sus vecinos huaoranis-. En estos tres tipos de objetos, que atraviesan toda la vida cotidiana de la comunidad kichwa de Sarayacu, se ve que son como extensiones de la piel de las personas; el tejido es parte de nuestro sistema tegumentario. Es nuestra envoltura. Una mochila nos permite llevar puestos todos los objetos valiosos, para llevarlos, para tenerlos a la mano. Es nuestro marsupio humano para criar nuestras cosas.

Fig. 3. Patrones de tejido romboidal de la shikra. Foto del autor.
Fig. 4. Patrones de tejido romboidal de una atarraya expuesta en el Museo Pumapungo de Cuenca. Foto del autor.

Conocí Sarayacu en de septiembre de 2023, como parte del seminario The Amazon Basin as Connecting Borderland. Al llegar en bote, en medio de un verano de aguas bajas, nuestra primera visión fue una enorme banda de personas, como garzas, caminando sobre el agua, haciendo piso sobre las piedras del río. Llevaban canastos y arpones porque ese día habían ‘barbasqueado’ el agua, es decir, habían puesto veneno de árbol para sacar pescados. Tenían enormes cestas que funcionaban como trampas para cazar los bagres. Entonces, a orillas y aguas del río Bobonaza, en la Provincia de Pastaza, entendí que los kichwa también tejen como un proceso vital de construcción y modificación del río y de la selva[1]: por medio de los canastos, de sus hamacas, de sus collares, de sus redes de pesca y sus mochilas, toman las fibras de las hojas jóvenes de las palmas para transformarlos en recipientes donde ahora ellos capturan la vida: las frutas, la carne y hasta el propio cuerpo para que descanse, en el caso de las hamacas. Tal y como las plantas, que usan su follaje para capturar su alimento solar, los humanos tejemos como una forma de crear más cuerpo disponible para atrapar nuestro sustento. Esto es, en resumen, la trama de mi proyecto.

Las mallas anudadas son uno de los métodos más antiguos de construcción de tejidos en América; ya se han encontrado numerosos ejemplos textiles en los basureros de las culturas precerámicas de la costa desértica de Perú, por ejemplo. Curiosamente, mochilas, redes y hamacas son los tres objetos que mejor sobrevivieron al proceso de etnocidio y colonización moderna. Todavía hoy tienen usos cotidianos en la Amazonia, e inclusive, en el mundo urbano de muchas ciudades lejos de las orillas amazónicas. Así aparece en la curaduría que hizo Raphael Fonseca de la exposición Vaivém, dedicada de lleno a la representación de las hamacas: “Cinco siglos después de la invasión de las Américas, la hamaca ocupa un lugar destacado no solo en la constitución del sentido común de la cultura brasileña, sino también de la identidad latinoamericana”[2].

Una hamaca nos envuelve, nos suspende, como cuando aún estábamos en el vientre envueltos en las sábanas de la membrana materna. En la Amazonía aún es común pasar la noche en chinchorros, que vienen siendo uno de los objetos más íntimos de una persona. En comunidades como los Nükak, una etnia nómada del Guaviare colombiano, las hamacas son la casa entera[3].

Fig. 5. Hamaca en tejido romboidal de malla. Comunidad kichwa de Sarayacu. Foto del autor.

Por su parte, una red de pescar (liki) es como una gran mano que permite agarrar pescado. Es una elongación del cuerpo humano, y no gratuitamente, el color de las fibras naturales de chambira se parece tanto al de nuestra piel. En kichwa se les dice yasa, y se utiliza para pescar en los esteros –“Patricio shuk yasata rurashka” (“Patricio ha elaborado una red de pescar”). De hecho, la historia de origen de la boa (Boidae), la madre cazadora del río, está relacionada con la mochila, y casi la mayoría de patrones con cruces romboidales se asocian con esta serpiente.

Se cuenta que en tiempos remotos vivía una familia que se dedicaba a tejer cernidores con fibras de guadua y shikras hechas de chambira. Un día vino un terremoto fuerte con lluvia de fuego. Asustados, todos en la familia comenzaron a correr con diferentes objetos. Fue aquel que corrió al monte, poniéndose una shikra en la cabeza, el que se convirtió en culebra[4]. Siguiendo estos relatos y algunos pensamientos consignados en la compilación La vida oculta de las cosas[5], estos constructivismos amazónicos conciben a todos los seres vivos como entidades hechas de otra diversidad de seres, entre los cuales los objetos ocupan un lugar central. En ciertas cosmologías, al inicio solo existían las personas y cosas, y a veces, solo cosas, que engendraron todo lo demás; en la Amazonia, los cuerpos son altamente inestables y dados a la metamorfosis constante[6], pues, la existencia material en el trópico es extremadamente fluida. Al igual que los hijos, los artefactos son el resultado del aporte del cuidado y los afectos de sus hacedores. Un ejemplo son las hamacas para bebés de los urarina[7], que son la materialización del amor de las madres que las hicieron exclusivamente para sus hijos como una continuación de la matriz. El uso de la hamaca en la vida diaria sirve efectivamente para prolongar la experiencia de vida intrauterina, manteniendo el cuerpo y protegerlo de todo daño[8]. La mochila, en este sentido, es una hamaca para los objetos. Allí duermen y permanecen cerca de sus dueños, que los vigilan, los cuidan y los aprecian como suyos.

La red de pescar, la mochila y la hamaca están conectadas por más que un patrón de tejido. Son un ciclo de incorporación del alimento y de la energía. Cuando el pescado es capturado por la red, se puede guardar en la shikra para llevarlo hasta la cocina: “Ñuka shikrapi aichawatachurani” (“Yo pongo el pescado en la shikra”). Una vez el cuerpo ya ha comido, se reposa en la hamaca; ahí es cuando ese alimento pasa de un tejido a otro, hasta ingresar al cuerpo, donde se transforma en fuerza potencial. Parece ser, de hecho, que la etimología de la palabra hamaca está asociada a la familia lingüística Arawak -que aún hoy se hablan en comunidades amazónicas- y cuyo significado original sería ‘red para pescado’, lo que confirma esta semejanza estructural, no solo del tejido, sino de sus afinidades semánticas entre objetos. 

Fig. 6. Redes de pescar con pesas de plomo, en Sarayacu. Fotos del autor.
Fig. 7. Redes de pescar con pesas de plomo, en Sarayacu. Fotos del autor.

La fibra, rígida al tacto, se hace flexible en un proceso que requiere separar las largas fibras interiores de las hojas. Luego, hay que entorcharlas por medio de la fricción con el propio cuerpo, en la mayoría de casos con las piernas, donde se tuercen frotándolas con la mano. Esta es una técnica muy cotidiana en Sarayacu, y se hace en compañía de la guayusa, que es una bebida para quitar la pereza y traer el buen ánimo. Esto da el arranque diario para remendar las redes y salir a pescar.

Hay varias técnicas para hacer este tejido de red. La más común, usada en todos los sitios del mundo donde se tejen atarrayas –que son casi todos-, se utiliza una aguja que puede ser de plástico, de madera o de bambú, pero que más que una aguja, es una pequeña regleta con un extremo puntiagudo y un rectángulo recortado en el centro. No obstante, en Sarayacu, don Patricio, un hombre de Sarayacu que me enseñó a hacer estos nudos, lo hace únicamente con una pequeña regla hecha con palma de chonta, casi idéntica a las que yo había visto utilizar a los yucuna para hacer mediciones en la construcción de las malocas. Don Patricio tejía con las manos, empezando por un centro circular. Al inicio, el tejido cabe en la mano y tiene forma de flor. Él va torciendo la chambira que necesita a medida que va tejiendo.

Fig. 8. Don Patricio teje una shikra con fibras de chambira en Sarayacu. Septiembre de 2023. Foto del autor.
Fig. 9. Don Patricio teje una shikra con fibras de chambira en Sarayacu. Septiembre de 2023. Foto del autor.
Fig. 10. Don Patricio teje una shikra con fibras de chambira en Sarayacu. Septiembre de 2023. Foto del autor.

La chambira es difícil de obtener como fibra, pues se necesita sacar la vena de cada uno de los foliolos de las hojas de la palma (Astrocaryum chambira), que cada vez es más escasa. Son pocas las familias que aún tejen hamacas con estas madejas. En la pequeña ciudad de Puyo, a unas horas de Sarayacu, es posible comprar las redes hechas de cordel sintético, hechas en telares industriales que cuentan con bobinas de urdimbre, lanzaderas y carretes automáticos para tejer a velocidades industriales las gigantescas cortinas de enmalle.

Fig. 11. Redes de pescar industriales en las calles de Puyo. Foto del autor.
Fig. 12. Acabados urbanos en Cuenca que replican esta estructura de enmallado. Foto del autor.

Las shikras también están en relación con ciertas plantas que no es solo las palma de donde vienen sus fibras: es común teñirlas con diferentes tintes derivados de hojas con una alta complejidad ritual, medicinal y simbólica como el huito (Genipa americana). La semilla de ukilla[9], que es parecida al azafran, se utiliza para pintar las shikras con un color amarillo. De ahí la expresión “Ukilla muyuwan shikrata awini” (“Pinto la shikra con la pepa de ukilla”).

Ahora, existe un tipo de collar que también tiene este tejido en red, lo que alimenta la idea de que no solo es un tejido estrictamente utilitario, sino que también es un tejido ornamental. Son llamados illmawallka, adornados con plumas de tucán y son ornamentos que encarnan el espíritu femenino del bosque, que es llamado tunpikiwarmi. Tuve la oportunidad de ver uno en la colección etnográfica permanente del Museo Pumapungo en Cuenca.

Fig. 13. Collar illmawallka expuesto en el Museo Pumapungo de Cuenca. Septiembre de 2023. Foto del autor.

El tejido es fundamental en la formación de personas. En muchos paradigmas del pensamiento amazónico, como el murui, las personas comparten el paradigma corporal de la cestería. Las personas tejen para ser personas, porque es la actividad que da sentido a la actividad humana como verdadera. Cuando un niño nace, existe la tradición kichwa de cargar al bebé junto con todos los objetos que este deberá utilizar a lo largo de su vida –yasa, shikra, anzuelos, hacha, machetes y escopeta-. Por eso se dice que tejer shikra es difícil, porque tejer shikra también es comportarse y producirse como persona kichwa, atenndiedo a todas las obligaciones morales del sumak kawsay: “Shuk shikrata awasha nikllaita mana ruraiwakchu kan” (“Aunque quiero tejer una Shikra, es muy difícil”).

Elegí este objeto también porque condensa varios aspectos del proyecto The Amazon Basin. El tejido en red es una imagen del entrelazamiento de esfuerzos entre comunidades académicas, y así mismo, es la metáfora de una investigación localizada en nodos aparentemente distantes, conectados en una misma malla de cooperación: de ahí se deriva la idea misma de red social, que son las plataformas que sostienen estos proyectos de divulgación. La nueva divulgación historiográfica está sumamente atada a la idea de una red que aloja datos, que es la web, justamente alimentada por usuarios se conectan por la net. Parafraseando a C. Geertz[10]: el humano es un animal suspendido en redes de significación que él mismo ha tejido, como los arácnidos.

Un debate con el que me gustaría cerrar esta nota es si una mochila puede o no ser arte. Sobre esto hay un debate interesante a raíz de una exposición curada por Susan Vogel en el Center for African Art de Nueva York, en 1988, y que se llamó Art/Artifact. Allí se expuso una red Zande de pescar como una obra de arte, lo que suscitó una discusión que A. Gell recogió en un artículo de 1996[11]. La polémica de la red generó tanto escándalo que el crítico estadounidense A. Danto[12] publicó un ensayo en el catálogo de la misma exposición dando su opinión de por qué no estaba de acuerdo con que este objeto pudiera exhibirse como arte; en gran medida por la ambivalencia entre la utilidad práctica del mismo, y vocación como recipiente espiritual. De alguna forma, Danto supone que la red es una mera herramienta, subestimando la sofisticación de los sistemas religiosos africanos; Gell, por su parte, contrapone análisis de tipo etnográfico donde la mayor parte de la caza hace parte de rituales ligados a la construcción de sistemas de significación del arte. De hecho, Gell llega a decir que toda obra de arte funciona de forma semejante con un mecanismo de trampa que permite la entrada, pero no salida del espectador, y que de la misma forma, las galerías de arte son un lugar de retención y conducción de las sensibilidad y la atención.

Me adhiero a la idea de Gell de que hoy es necesaria una antropología del arte que provea contextos críticos y que otorgue derechos a los artefactos –sin separarlos de su ascendencia practica como instrumentos-, permitiendo su circulación como obras de arte. Las redes, las mochilas y las hamacas son encarnaciones de intencionalidades complejas de nuestras comunidades humanas, lo que socava la noción misma de insolubilidad del material etnográfico en las colecciones artísticas de los museos de arte. Más aún, cuando estamos frente a la gestión, circulación y teorización patrimonial del secuestro de objetos que dejó el capítulo colonial moderno en la Amazonia.


Bibliografía

DANTO, Arthur. (1988) ’Artifact and Art’. En ART/ARTIFACT: African Art in Anthropology Collections. Exhibition Catalogue. New York: Center for African Art and Prestel Verlag.

GEERTZ, Clifford (1973) The interpretation of cultures. New York: Basic Books.

INGOLD, Tim (2000). “Building, dwelling, living: How animals and people make themselves at home in the world”. En The Perception of the Environment: Essays on Livelihood, Dwelling and Skill. London: Routledge

GELL, Alfred. (1996). “Vogel’s Net: Traps as Artworks and Artworks as Traps”. En Journal of Material Culture Vol 1 (1), p.p. 15-38.
POLITIS, Gustavo (1999). Nukak. Bogotá: Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas-SINCHI.

UEXKÜLL, J. von. (1957) “A stroll through the worlds of animals and men: a picture book of invisible worlds”. En Instinctive behavior: the development of a modern concept, ed. C. H. Schiller. New York: International Universities Press.

UNIVERSIDAD DE CUENCA. Sabiduría de la Cultura Kichwa de la Amazonía Ecuatoriana. Tomo I. Cuenca: Universidad de Cuenca.

WALKER, Harry. (2012), “Hamacas de bebé y cuencos de piedra: tecnologías urarina de compañerismo y servidumbre”. En La vida oculta de las cosas Teorías indígenas de la materialidad y la personeidad. Quito: Abya Yala.

VILAÇA, Aparecida. (2005). “Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities”. En The Journal of the Royal Anthropological Institute. Vol. 11, No. 3, pp. 445-464.


[1] De la misma manera que las comunidades murui en el Caquetá-Putumayo, con quienes venga trabajando todo el último año en Leticia, Colombia. Con este grupo nació el interés por investigar técnicas tradicionales de tejido de trampas para pescar, de lo que se deriva parte de mi proyecto doctoral sobre las técnicas corporales en la Amazonia noroccidental: posturas, gestos y tejidos.

[2] “Vaivém/To-and-fro”, tomado de: https://www.e-flux.com/announcements/306766/vaivm-to-and-fro/

[3] Gustavo Politis (1999). Nukak. Bogotá: Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas-SINCHI.

[4] Relato tomado de (2012) Sabiduría de la Cultura Kichwa de la Amazonía Ecuatoriana. Tomo I. Cuenca: Universidad de Cuenca.

[5] Fernando Santos-Granero compilador (2012), La vida oculta de las cosas Teorías indígenas de la materialidad y la personeidad. Quito: Abya Yala.

[6] Aparecida Vilaça (2005). “Chronically Unstable Bodies: Reflections on Amazonian Corporalities”, en The Journal of the Royal Anthropological Institute. Vol. 11, No. 3, pp. 445-464.

[7] Harry Walker (2012), “Hamacas de bebé y cuencos de piedra: tecnologías urarina de compañerismo y servidumbre”, en La vida oculta de las cosas Teorías indígenas de la materialidad y la personeidad. Quito: Abya Yala.

[8] Walker (2012), ibídem.

[9] (2012) Sabiduría de la Cultura Kichwa de la Amazonía Ecuatoriana. Tomo I.

[10] (1973) The interpretation of cultures. New York: Basic Books. Citado por Ingold (2000). The Perception of the Environment: Essays on Livelihood, Dwelling and Skill. London: Routledge.

[11] (1996). “Vogel’s Net: Traps as Artworks and Artworks as Traps”, en Journal of Material Culture Vol 1 (1), p.p. 15-38.

[12] (1988) ’Artifact and Art’, en ART/ARTIFACT: African Art in Anthropology Collections. Exhibition Catalogue. New York: Center for African Art and Prestel Verlag. Cita en ibidem.

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