Ríos, raíces y relatos

Ríos, raíces y relatos: cosmovisiones Nonuya y Kichwa de la Amazonía

Prospero Carbonell. Profesor Universidad EAN/ Mediador Museo Nacional de Colombia

Mi participación en el seminario inmersivo en Ecuador, Conectar la frontera amazónica: fluidez artística y cultural en la modernidad temprana, fue un punto de inflexión en mi entendimiento de las cosmovisiones indígenas y las expresiones artísticas poscoloniales en la Amazonía. Notablemente, durante nuestra estadía en Sarayaku con un grupo multifamiliar Kichwa, pude aprender de sus creencias y prácticas ancestrales, lo que amplió mi comprensión de su estrecha relación con el medio ambiente y los desafíos sociopolíticos que enfrentan estas comunidades amazónicas. Este enriquecimiento fue crucial para mi investigación sobre los artistas Abel Rodríguez y Fabián Moreno de la comunidad Nonuya, en el Caquetá Medio, cuyas obras no solo reflejan su sabiduría tradicional, sino que también emergen como formas de resistencia ante la violencia cultural que históricamente ha marginalizado y simplificado las cosmovisiones indígenas en Colombia.[1]

Figura 1. Próspero Carbonell, Contemplación del corazón de los Andes ecuatorianos hasta la Amazonía, 2023. Acuarela sobre papel, 40 x 35 cm.

En mi acuarela post-viaje (Fig. 1), dibujé nuestra travesía entre el Cotopaxi y la Amazonía, enfatizando la cohesión del ecosistema andino-amazónico y destacando la interrelación entre la topografía, el clima y la diversidad bio-cultural, desafiando así la idea de un paisaje fragmentado. El espejo retrovisor alude a nuestra llegada a Sarayaku, y su reflejo enfatiza una Ceiba pentandra, haciendo guiño a la obra de Rodríguez, El árbol de la abundancia (2012),para subrayar este vínculo simbólicoentre distintas comunidades amazónicas. La urna funeraria Omagua con rostro de luna evoca la presencia ancestral de esta cultura en el territorio, haciendo eco a las implicaciones de la conquista del Amazonas por Francisco de Orellana y las sucesivas misiones religiosas en los pueblos indígenas. De esta manera, la ubicación de la urna bajo la flor de heliconia y junto al retrovisor, invita a reflexionar sobre el papel que desempeñan las comunidades nativas en la configuración del paisaje tropical. Al destacar la especialización de especies con los colibríes alimentándose de diferentes flores, mi composición busca reflejar la inseparabilidad de la humanidad y la naturaleza, señalando el equilibrio ecosistémico que promueven las prácticas sostenibles de los indígenas.

Durante el siglo XIX, las ideas de Alexander von Humboldt y posteriores expediciones científicas, lideradas por figuras como Richard Evans Schultes, modelaron la imagen de la Amazonía como un territorio exótico y fértil. La fascinación de la élite intelectual colombiana por estas expediciones contribuyó a un discurso de exploración y descubrimiento; una percepción que alimentó una narrativa nacionalista y extractiva que a menudo pasaba por alto las perspectivas de comunidades indígenas sobre su entorno, como la Nonuya.[2] En el cambio al siglo XX, la llegada de caucheros al Putumayo y Caquetá, junto con la influencia de las misiones capuchinas vinculadas a intereses estatales, alteró profundamente la vida, la economía y la conexión con la naturaleza de esta comunidad, quienes fueron desplazados de sus tierras ancestrales.[3]

Enfrentando el desafío del desplazamiento forzoso, los Nonuya se han integrado con otras comunidades, pero los rezagos de la violencia y discriminación racial han puesto en riesgo su lengua y, con ella, una parte vital de su identidad cultural.[4] Sin embargo, los Nonuya han conservado su vínculo con la naturaleza y sus tradiciones a través de la transmisión oral de sus mitos y creencias a lo largo de generaciones. Esta práctica va más allá de la simple narración; es una resistencia activa contra la pérdida de conocimiento ancestral. A pesar de la preocupante ausencia de los mayores, como menciona Rodríguez, “ya no hay viejos, no hay a quién preguntarle”, han manteniendo viva una cosmovisión que desafía la simplificación colonialista del pasado.[5]

La comunidad Nonuya, manifestando su resistencia cultural y perspectiva única, ha forjado importantes conocimientos científicos a través de la asociación de Rodríguez y Moreno con la ONG Tropenbos International Colombia. Fundada en 1986, esta entidad centrada en la conservación y gestión sostenible de los bosques tropicales ha facilitado la unión entre los Nonuya y especialistas en botánica y etnobotánica, contribuyendo significativamente a la identificación de plantas amazónicas. Rodríguez, partiendo de su experiencia como guía y experto en la flora amazónica, comenzó a expresar su vasto conocimiento botánico y cultural a través de acuarelas, un camino que luego fue seguido por Moreno. Ambos artistas han cuestionado y reformulado las narrativas históricas convencionales, usando sus interpretaciones pictóricas para reconectar con su cultura a pesar de la marginación, evidenciando una profunda conexión con el entorno, que ofrece una visión alternativa de la Amazonía y desafía las interpretaciones eurocéntricas del arte y la naturaleza.

Antes de nuestra llegada a Sarayaku el 24 de septiembre, tuvimos la oportunidad de asistir a la presentación “Extractivismo en la Amazonía: territorios y resistencia”, organizada por la antropóloga Consuelo Fernández-Salvador. Esta exposición arrojó luz sobre las devastadoras consecuencias de la industria petrolera en Ecuador y destacó la lucha de las comunidades indígenas para proteger su tierra y cultura ante la expansión de intereses corporativos y políticos. En el debate que siguió reflexionamos críticamente sobre la narrativa de modernización y el concepto de “Buen vivir”, que a frecuentemente se utilizan para justificar prácticas extractivas que socavan las tradiciones y el conocimiento territorial indígena. Este análisis enfatizó la necesidad de apreciar y valorar las perspectivas y prácticas ancestrales en la administración y preservación del medio ambiente, contrastando con las nociones externas de desarrollo y progreso.

En este contexto, las obras de Rodríguez y Moreno, al integrar su conocimiento tradicional, funcionan como una resistencia cultural ante los impactos del extractivismo, constituyendo un acto de afirmación cultural significativo.  Sin embargo, como señalan Lopera y Betancour, la inserción de estas obras en el mercado del arte contemporáneo a veces conlleva una espectacularización que podría desvirtuar su significado original, perpetuando tensiones entre el centro y la periferia en un contexto poscolonial.[6] Este fenómeno es analizado por Miguel Rojas-Sotelo, quien destaca la exotización y racialización de perspectivas no eurocéntricas en el arte, sugiriendo la necesidad de una nueva ontología relacional para su análisis.[7] En consonancia con esta visión, mi estudio adopta un enfoque interdisciplinario y eco-crítico, interpretando estas expresiones artísticas desde una perspectiva decolonial y tejiéndolas en la rica trama cultural de la Amazonía, proporcionando así una aproximación matizada de sus obras que valora su conocimiento ancestral.

Durante nuestra estancia en Sarayaku, quedé profundamente impresionado por el conocimiento botánico de los Kichwa, especialmente en su uso de la wayusa (Ilex guayusa), una planta emblemática empleada en concentraciones variadas para propósitos espirituales y medicinales. La versatilidad de la wayusa, utilizada tanto para purificar el cuerpo en altas dosis como para energizar en formas más suaves, simboliza la conexión íntima de los Kichwa con la naturaleza. Al igual que los Kichwa con su ancestral wayusa, los Nonuya cuentan con una profunda sabiduría botánica, donde plantas como la coca de monte y el tabaco no solo tienen un uso medicinal, sino que también forman un nexo espiritual que conecta a la comunidad con el cosmos, evidenciando una relación respetuosa con la selva que les rodea.[8] Sin embargo, Gerardo Gualinga, líder de este grupo multifamiliar, expresó su preocupación por la pérdida de sus saberes ancestrales, debido al desinterés de las nuevas generaciones en aprender su lenguaje y tradiciones.

En la tarde del día siguiente, Gerardo nos condujo a un lugar de gran significado espiritual. Tras una travesía por el río Bobonaza y una caminata adentrándonos en la selva, llegamos a las chagras, parcelas de cultivo rotativo esenciales para la agricultura sostenible en la región amazónica. Estos espacios de siembra diversificada son ejemplos palpables de una interacción simbiótica con el medio ambiente.[9] Las chagras, descritas por Rodríguez como “lugares sagrados donde se crea y mantiene la vida, integrando el manejo del mundo y la palabra con el trabajo de la tierra”, reflejan prácticas agrícolas coherentes con los ciclos de la naturaleza y vitales para el mantenimiento ecológico y cultural de la Amazonía.[10] La acuarela de Rodríguez, Chagra de 1 año y medio (Fig. 2)ilustra esta armonía, revelando una cosmovisión donde humanos, animales y elementos naturales coexisten en una red de perspectivas interconectadas.[11] En su obra, Rodríguez no solo muestra la simbiosis entre la chagra y el bosque, destacando la integración de árboles selváticos que facilitan la presencia de polinizadores naturales y el control biológico de plagas, sino que también contrasta estos métodos sostenibles con el monocultivo, el cual agota los nutrientes del suelo, demostrando una comprensión profunda de la interrelación de todas las formas de vida. Además, las chagras desempeñan un papel crucial en la regulación del ciclo de carbono, evidenciando la relevancia del conocimiento tradicional indígena en la promoción de prácticas sostenibles en ante la crisis medioambiental actual.[12] Como dice Rodríguez, los nonuya tienen la responsabilidad de cuidar y mantener ese equilibrio:

Así como destruyo la selva tengo que reponer con frutales, así como destruyo la yuca silvestre, tengo que reemplazarla con yuca propia, con otros tubérculos.[13]

Aquí, Rodríguez destaca la profunda conexión de los Nonuya con los elementos naturales y espirituales, una relación que considera cada parte de la naturaleza como integrante de un todo consciente. Esta visión refleja un profundo entendimiento de su papel en el mantenimiento del equilibrio del ecosistema y la supervivencia de la comunidad, un legado de sabiduría que los Nonuya, al igual que los Kichwa, se esfuerzan por preservar y transmitir.

Figura 3. Ceiba en Sarayaku, Ecuador. Foto por Próspero Carbonell.

Posteriormente, adentrados en el corazón de la selva, nos encontramos bajo la sombra de una majestuosa ceiba (Fig. 3), un coloso que cuyas impresionantes dimensiones —70 metros de altura y un tronco de más de 3 metros de diámetro— son solo eclipsadas por su significado espiritual en la cosmovisión Kichwa. Gerardo nos explicó que esta ceiba es más que un árbol: es un ser venerado, un custodio de la memoria ancestral y un pilar fundamental del cosmos. Sus ramas, hogar de una variedad de especies epífitas que atraen a aves y polinizadores, y sus raíces, que forman cavernas naturales refugio de murciélagos, son prueba de la compleja red de vida que conforma el paisaje amazónico (Fig. 4). Esta perspectiva, en consonancia con los planteamientos de Eduardo Viveiros de Castro sobre el “perspectivismo amerindio”, que reconoce la visión única de cada entidad en el mundo, resalta que la ceiba no solo encarna el equilibrio ecosistémico, sino también un aspecto central de la cosmovisión Kichwa.[14]

Figura 4. Raíces del árbol de ceiba en Sarayaku, Ecuador. Foto por Próspero Carbonell.

Esta reverencia hacia la ceiba, vista como un ente viviente y espiritualmente significativo, encuentra un paralelo en El árbol de la abundancia de Rodríguez, una obra destacada en el Museo Nacional de Colombia desde el 2016 (Fig. 5). Más que mostrar su grandeza física, la pieza revela el rol crucial de la ceiba en la cosmovisión Nonuya, siendo no solo una fuente vital de alimento y refugio para diversas especies, sino también un elemento primordial en el entramado bio-cultural de la selva amazónica. La sutil presencia de un hacha cerca de la base del árbol alude a su valor material y evoca también su importancia espiritual, resonando con el mito Nonuya del “Árbol Río”, donde la tala de un tronco da origen a un torrente, entrelazando así la tradición oral y las expresiones visuales en la comprensión profunda del paisaje amazónico.[15] En el mito, la presencia de distintos ríos – uno aéreo, otro terrestre y uno subterráneo – trasciende la fantasía al reflejar un conocimiento temprano de fenómenos naturales, como la inversión del curso del río Amazonas antes de la formación de los Andes y la existencia de corrientes acuíferas subterráneas, elementos que han sido respaldados por recientes investigaciones geológicas.[16]Así, el conocimiento indígena, albergando observaciones empíricas, enriquece nuestro entendimiento actual y desafía las narrativas eurocéntricas y fragmentadas, y subraya la importancia de incorporar perspectivas indígenas en el arte y la ciencia.

Figura 7. José Celestino Mutis. Cattleya (1783-1816), Jardín Botánico de Madrid. La flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada – Orquídea Cattleya – Acceso Julio 2023

De manera similar, la obra de 1995 de Moreno articula visualmente la biodiversidad promovida por la siembra mixta (Fig. 6), en contraposición a las láminas de la Real Expedición Botánica, que individualizan los elementos de su entorno (Fig. 7).[17] En su acuarela, al integrar visualmente el río con los animales terrestres en una misma imagen, Moreno enfatiza una red de vida interdependiente y, al mismo tiempo, los ciclos vitales de la Amazonía en periodos de sequía y de lluvias. Así, también honra el conocimiento ancestral heredado de sus antepasados por medio del relato, demostrando la intrincada conexión entre el medio ambiente y comunidades indígenas. En sus palabras:

Nosotros aprendemos escuchando a los mayores, a los sabedores; ahí está toda nuestra inspiración. Y es lo que nos anima a mostrar ese gran conocimiento que hay de los mayores, de los abuelos, de nuestras mamás […] Tenemos la preocupación de que ese conocimiento se vaya, que tienda a desaparecer por la gran influencia del mundo occidental.[18]

Al preservar las tradiciones orales Nonuya, las creaciones de Moreno reflejan desafíos similares enfrentados por los Kichwa de Sarayaku bajo la influencia de la modernidad.[19] Rojas-Sotelo destaca cómo las prácticas culturales de los artistas Nonuya, utilizando técnicas occidentales, recontextualizan el conocimiento indígena en un marco de interconexiones e interdependencias inherentes a su cosmovisión.[20] De esta manera, las obras de Moreno y Rodríguez, las cuales resaltan el delicado equilibrio del paisaje amazónico, sobrepasan la mera ilustración. Desafiando narrativas eurocéntricas que reducen la naturaleza y las culturas indígenas a meros objetos de estudio, sus creaciones se convierten en potentes testimonios de la lucha por preservar su cosmovisión y conocimientos ante los desafíos impuestos por los legados imperialistas.

Frente a las amenazas de la modernidad y la globalización, que promueven la extracción y desencadenan procesos de aculturación y olvido histórico, los pueblos Kichwa y Nonuya preservan sus prácticas y tradiciones ancestrales, manteniendo una profunda conexión con la naturaleza. Esta resistencia se manifiesta en la transformación de las narrativas orales Nonuya en expresiones pictóricas por parte de artistas como Rodríguez y Moreno, cuyas obras expresan la reivindicación activa de su identidad indígena. Paralelamente, la apertura de los Kichwa para compartir su espacio y enseñanzas, los posiciona como actores clave en la preservación de su legado cultural. En conjunto, las obras de Rodríguez y Moreno, junto a el compromiso activo en la conservación del ecosistema amazónico de estas comunidades, sirven como poderosos testimonios de la interacción dinámica entre la humanidad y el medio ambiente, enfatizando el valor de incluir las perspectivas indígenas en nuestra comprensión integral del mundo, vitales en la lucha contra el cambio climático y los legados coloniales.


Bibliografía

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Lopera, Jorge, y Juan Gonzalo Betancur. “Cosmovisión nonuya e imagen poscolonial en el arte colombiano: una mirada a la obra de Abel Rodríguez.” Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas XXXIX, núm. 111 (2017): 245-274.

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Spivak, Gayatri Chakravorty. “¿Puede hablar el subalterno?” Revista Colombiana de Antropología 39 (2003): 297-364.

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Viveiros de Castro, Eduardo. “Perspectivismo y multinaturalismo en la América indígena.” Traducido por Rosa Alvarez y Roger Sansi. En A inconstância da alma selvagem. São Paulo: Cosac y Naify, 2002.


[19] Gayatri Chakravorty Spivak, “¿Puede hablar el subalterno?”, Revista Colombiana de Antropología 39 (2003): 297-364.

[20] Rojas-Sotelo, “De raíz, extracciones y apropiaciones,” 30.


[18] Fabián Moreno, “Nosotros aprendemos escuchando a los sabedores,” Mundo Amazónico 5 (2014): 280.


[17] La Expedición Botánica liderada por José Celestino Mutis entre 1783 y 1816, marcó un hito en el estudio de la biodiversidad colombiana al registrar más de 20,000 nuevas especies de flora y crear detalladas láminas con pigmentos naturales, influenciando significativamente la representación y percepción de la flora colombiana en la ciencia y el arte. Verónica Uribe Hanabergh, Tarabitas y cabuyas: la representación del puente en el arte en Colombia durante el siglo XIX (Bogotá: Uniandes Ediciones, 2016), 17.


[15] Lopera y Betancur, “Cosmovisión nonuya e imagen poscolonial en el arte colombiano,” 245.

[16] Ibid., 248.


[14] Eduardo Viveiros de Castro, “Perspectivismo y multinaturalismo en la América indígena,” trad. Rosa Alvarez y Roger Sansi, en A inconstância da alma selvagem (São Paulo: Cosac y Naify, 2002), 348.


[13] Rodríguez, Las plantas cultivadas por la gente de centro en la Amazonía, 26.


[9] G. A. Vélez y A. J. Vélez, “Sistema agroforestal de chagras utilizado por las comunidades indígenas del Medio Caquetá,” Colombia Amazónica 6, no. 1 (1992): 101-134.

[10] Rodríguez, Las plantas cultivadas por la gente de centro en la Amazonía, 26.

[11] Lopera y Betancur, “Cosmovisión nonuya e imagen poscolonial en el arte colombiano,” 251.

[12] Edwin Paky, Fabián Moreno, y Esteban Álvarez–Dávila, “Contenido de carbono en un bosque de tierra firme del resguardo Nonuya-Villazul, Amazonía colombiana,” Colombia Forestal 20, no. 2 (2017): 144.


[8] Rodríguez, Las plantas cultivadas por la gente de centro en la Amazonía colombiana, 26.


[6] Jorge Lopera y Juan Gonzalo Betancur, “Cosmovisión nonuya e imagen poscolonial en el arte colombiano: una mirada a la obra de Abel Rodríguez,” Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. XXXIX, núm. 111 (2017): 275.

[7] Rojas-Sotelo, “De raíz, extracciones y apropiaciones,” 30.


[4] Juan Echeverri e Isabel Romero, “Agonía y revitalización de una lengua y un pueblo: los nonuya del Amazonas,” Forma y Función 29, no. 2 (2016): 135.

[5] Abel Rodríguez, Las plantas cultivadas por la gente de centro en la Amazonía colombiana (Bogotá: Tropenbos Internacional Colombia, 2013), 13.


[2] Rojas-Sotelo, 18.

[3] Misael Kuan Bahamón, Civilización, frontera y barbarie: misiones capuchinas en Caquetá y Putumayo, 1893-1929 (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2013), 47.


[1] Miguel Rojas-Sotelo, “De raíz, extracciones y apropiaciones,” Estudios Artísticos: revista de investigación creadora 2, no. 2 (2016): 16.

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